Extracto del artículo de José Sámano (El País, 8-9-13)
El COI es un crisol de variopintas voluntades en el que el mayor peso
lo
tienen la política y las finanzas. Por algo a quienes examinan es a los
políticos, en España muy por debajo de los deportistas e incluso de algunos de
sus dirigentes deportivos.
Es la política la que ha demorado la ley antidopaje y la que ha remoloneado
con la mal cerrada Operación Puerto, lo que provocó el mayor interés en el
interrogatorio posterior a la presentación de ayer en Buenos Aires. Como en
tantas otras cosas, en temas de dopaje la política también ha llegado tarde y
mal.
Sea injusto o no, fuera así ven al deporte español, que tardará en aliviar
su mala imagen.
Es la política la que ha restado credibilidad a este país, la que hoy, por
más que se esfuerce, no tiene sostén financiero y credibilidad para acometer un
acontecimiento de esta magnitud.
En cuestiones económicas, el COI va a lo seguro. Antes un riesgo de fuga
nuclear o una revuelta social que un catarrazo económico, por mucho que Rajoy
llegue a última hora con algunas migas simbólicas que apunten a una presunta
recuperación, caso, por ejemplo, de los 31 parados menos.
En el COI prevalecieron el dinero japonés y la geopolítica de Estambul. ortistas.
Ante la opulencia del COI, la
austeridad vendida desde Madrid 2020 solo es una señal de debilidad e
incertidumbres
Es la política la que no ha sabido articular más de un discurso en inglés, a
lo Pau Gasol o Rafa Nadal, lo cual ha provocado todo tipo de chanzas. La marca
España son sus deportistas, no sus políticos. Son ellos los que, euforias
propagadas al margen, no han podido ganarse los votos reales en los pasillos,
como hicieran Tony Blair en Singapur en 2005 o Lula en Copenhague en 2009.
¿La culpa? Es la política, el dinero, las bolsas de sangre. Factores que hoy
excluyen a España del tablero del COI y no hay Príncipe, por mucho que brille,
que lo pueda evitar.