10 abr 2011

Batalla de las ideas en Euskadi

Muchos inmigrantes en el País Vasco han interiorizado un complejo de culpa por no ser vascos. Y mucha responsabilidad de ese complejo la tienen las élites gobernantes de España

01.04.11 - 03:06 -

PEDRO JOSÉ CHACÓN DELGADO | PROFESOR DE HISTORIA DEL PENSAMIENTO POLÍTICO EN LA UPV-EHV

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Ahora que hemos entrado en el post-terrorismo es cuando empieza el turno de los ciudadanos en nuestra vida social y política vasca: ¡por fin la batalla de las ideas!, esa que, muchos creíamos, nunca tendríamos ocasión de disfrutar aquí.

La primera enfermedad social de la que, a mi juicio, tenemos que ocuparnos en nuestro dolorido Euskadi es, en efecto, el complejo de no ser vasco. Y la mejor forma de abordarlo es contextualizando la principal marca de la vasquidad dentro y fuera del País Vasco: los apellidos. José Aranda, en su insuperado 'La mezcla del pueblo vasco' (Empiria, UNED, nº 1, 1998), basándose en el censo electoral de 1991, que recoge a la perfección el ciclo histórico de la inmigración española al País Vasco, cerrado en 1981, nos da el número de españoles con uno de los dos primeros apellidos euskérico, del total de los casi 33 millones de entonces: 3.756.046, de los cuales solo 458.269 viven en Euskadi y 150.433 en Navarra. También sabemos cuántas personas tienen los dos primeros apellidos euskéricos: 622.076, de los que 369.437 viven en el País Vasco y 94.381 en Navarra; los demás, 158.258, están en el resto de España. Pero si estas cifras las contrastamos con los ciudadanos vascos sin apellido euskérico, tenemos la siguiente proporción: el 20,50% de la población vasca tiene los dos primeros apellidos euskéricos, el 25,43% tiene uno, y, por tanto, el 54% no tiene ninguno.

El apellido euskérico se convirtió, desde la llegada masiva de inmigrantes, en marca indeleble de la vasquidad dentro del País Vasco, con consecuencias de gran calado para nuestra convivencia. En la web del Parlamento vasco podemos comprobar que los parlamentarios de apellido euskérico han sido siempre mayoría, sobre todo entre los partidos nacionalistas y, entre estos, los de la llamada izquierda abertzale han lucido más prosapia vasca que los nacionalistas moderados. En el primer Parlamento vasco, el de 1980, que era de 60 escaños, y no de 75 como los posteriores, las proporciones son muy llamativas: 35 (el 58%) tenían los dos primeros apellidos euskéricos, 17 tenían uno (el 28%) y sólo 8 (el 13%) ninguno. Estos datos evidencian la desproporción 'apellidística' entre la población real y su representación política. Por no hablar de la presencia abrumadora de apellidos euskéricos en las planas mayores de los partidos nacionalistas, los mismos que dicen que vasco es todo el que vive y trabaja aquí.

Por otra parte, tenemos la visión de lo vasco desde fuera de Euskadi que asocia también, desde tiempos del Quijote, vasquidad (vizcainía entonces) y apellidos. La inercia de esta imagen es tan poderosa en España que todavía no la han sustituido por la auténtica y real del País Vasco de nuestros días, que integra las consecuencias del profundo cambio demográfico de esta región desde finales del XIX hasta finales del XX, debido a la industrialización y a la enorme inmigración española que trajo consigo, tal y como reflejan los porcentajes de apellidos.

El gran logro del nacionalismo vasco fue ocultar que el verdadero motivo de su aparición fue rechazar a los inmigrantes. En su lugar, hizo creer a todos que lo suyo era en realidad un movimiento de reivindicación de lo propio que enlazaba directamente con el fuerismo y el carlismo precedentes. Escribieron una historia del País Vasco como la larga marcha de un pueblo siempre libre, hasta que a finales del siglo XIX la invasión 'maketa' y a mediados del XX la 'coreana' vinieron a estropearlo todo. Se trataba de un relato cuyo único objetivo era provocar el complejo de no ser vasco entre la población inmigrante.

Ese relato, que ha calado en Euskadi y en el resto de España para explicar nuestra historia contemporánea, y esto hay que repetirlo una y otra vez, no es real. Los vascos nunca fueron independientes y nunca quisieron serlo: ¡cómo, si siempre se sintieron los más puros españoles! La súbita y desaforada industrialización vasca coincidió con el desastre de 1898 y algunos vascos pensaron que España había dejado ya de ser para siempre un escenario de oportunidades. Sabino Arana Goiri empezó a divulgar su mensaje enfrentándose a toda la política de su tiempo, sobre todo a fueristas y carlistas, a los que consideraba los peores, por ser vascos nativos en su mayoría y amigos de lo español (maketófilos). Con lo cual esa supuesta continuidad entre la política vasca precedente y la del nacionalismo posterior no se sostiene.

La inmigración española al País Vasco tiene que interiorizar que no vino a estropear nada ni a evitar que los vascos fueran tan independientes como antes, ya que estos nunca lo fueron ni lo quisieron ser. Lo que tenemos en realidad es un ejemplo más de la universal reacción frente al extraño, que aquí se ha institucionalizado por diversos motivos: el de fuera se queda sin posibilidades de sentirse de aquí salvo que asuma la política nacionalista, cuya gran baza es porfiarle a España con la independencia para imponerse así al no nacionalismo interior.

Esta es toda la historia de por qué muchos inmigrantes en el País Vasco han interiorizado un complejo de culpa por no ser vascos. En la raíz de ese complejo está la labor eficaz del nacionalismo vasco, haciéndonos creer que todo iba bien hasta que nosotros llegamos. Pero mucha responsabilidad de que ese complejo haya prosperado la tienen las élites gobernantes de España, que se han creído el relato nacionalista que equipara lo vasco con lo nacionalista, ignorando, así, la presencia no nacionalista y, entre ésta, la mayoritaria de la inmigración, a la que no importa despojarle de sus signos de identidad (ahí está la reciente supresión de los nombres en español de las provincias) con tal de asegurar la 'comodidad' del nacionalismo vasco en el Estado español de las autonomías. Post-terrorismo y batalla de las ideas ¡por fin!

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