30 nov 2011

Lo primero que perdí

Mis anginas ganaron aquella batalla, o eso deduzco, porque mis padres, hartos de que su hijo pequeño anduviese día si día no con dolores e inflamaciones en la garganta, pensaron que aquello no tenia mas solución que tirar por la calle de en medio y optaron por la solución más drástica: la de operar.

Eso ocurrió en el Almadén de los años 60, para ser mas concreto un 30 de noviembre de 1961, lo que quiere decir que hoy exactamente 50 años después voy a relatar lo que me quedó en la memoria de aquel acontecimiento,

Almadén era el centro médico de la comarca, allí existía, parece ser un otorrinolaringólogo, del que no tengo imagen ninguna. Allí me llevaron mis padres y en esa localidad nos hospedamos, siempre en casa de un familiar, entonces allí Vivian el tío Ángel y la tía Publia, ya que éste, el tío estaba destinado en aquel Cuartel.

Además del afectado aquella mañana estuvimos en la consulta mis padres y la tía Publia.

Aquello era un lugar oscuro. En mis recuerdos se ve un lugar en penumbra, con sillas junto a las paredes y con otros pequeños enfermos con familiares ocupándolas, oyéndose quejidos de niños entre los susurros de los mayores.

La entrada no fue nada tranquilizadora, es más, en escasos minutos pasé de la ignorancia a un ligero temor. Cuando salio el anterior paciente ya me dijo con sus gestos que es lo que se me venia encima. Pasen los siguientes, oí. Eso lo dijo alguien desde el interior. Pasamos los cuatro. Quienes son los padres del niño. Nosotros. Ustedes fuera. Entonces me quedé con la tía Publia, una persona de confianza y además madrina mía. Con ella, con un enfermero y el médico.

El enfermero se sentó en un sillón de los de dentistas antiguos o de peluquero, o algo parecido. Eso si lo recuerdo grande, el señor se sentó y yo me senté en sus rodillas, me puso unas sabana por encima, y a la vez me sujetaba. Por si acaso.

El medico que permanecía hasta entonces de espaldas, se giró, y cuando lo hizo vi. que en sus manos portaba una jeringa de grandes proporciones, con su correspondiente aguja, llena de un líquido transparente.

Abre la boca escuché, obedecí obviamente y la abrí, de esa manera sentí dos pinchazos como hasta entonces no había sentido. Aquello, adivine después que, era la anestesia. Ya se sabe en aquella época no se daba ninguna explicación de nada, ni siquiera a los hijos. Unas tenazas de buenas proporciones ocupo mi boca, profundizo en ella y salio con alguna cosa roja sangrante. Eso deberían ser las anginas. Todo se termino con un enjuago que no se de que y ale a escupir. Me duele mucho me aventuré a decir. De allí directamente pasamos a casa de la tía Publia.

Este acontecimiento duro varios días en Almadén y diez días en alamillo. Lo mejor es que no fui a la escuela y que te mimaban. Lo peor es que estuve una semana sin hablar.

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