Resumir los catorce años trabajando en Masustegi es una tarea que actualmente me supera. Aquel cventro fue la pista de aterrizaje que utilicé cuando mi avión tomó tierra procedente de Barcelona.
El día a día de catorce años da para mucho, son muchos los compañeros que pasaron por allí, muchas las tareas que emprendimos, muchas las desazones y muchas también las alegrías.En mi dejaron huella, una huella profunda que me fue moldeando como persona, compañero y profesional.
Pero llegó el momento en aque todo aquello se acabó, Masustegi desapareció, por arte de los números, del mapa escolar y los que estábamos allí comenzamos una vida errante que nos llevó de aquí a allá hasta que al cabo de los años, encontramos las silla en la que nos pudimos sentar agusto y que nadie nos quitó.
Allí, donde Bilbao sube al monte se ubica Masustegi, en aquel lugar, durante muchos años plantamos muchos años que poco a poco fueron saliendo adelante a pesar de tener que nutrirse en aquel terreno tan espanto. Cada año utilizábamos los alcorques de los arboles no natos del año anterior, el tesón dio sus frutos y los árboles tambien, emergieron y escalaron el aire haciea el cielo. Vaya que si los dieron.
De aquello ya han pasado más de quince años, pero Masustegi sigue allí y en su terrenos unos árboles inmensos. Mis preferidos son los tres mimosos que plantamos en el patio de arriba, junto a la carretera.También merece especial atención una encina cuyo retoño lo trajimos de Sukarrieta. En aquel momento y la plantamos pensando que no iba a prosperar. Hoy tien tres metros de altura.
Hace poco tiempo, cuando los primeros dias de febrero asomaban en el calendario los mimosos empiezan a florecer aqui en el norte, y el aroma que desprenden me lleva a los lugares donde florecen. Este año, esos aromas me han devuelto a silencio de Masustegi, alli me esperaban aquellos mimosos con todas sus flores desparramadas mirando al sol y expandiendo en el ambiente añejos olores que me regresan a otros tiempos.
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